Será habitual en este apartado del site la publicación de posteos que tomaremos de un blog que supo llevar adelante un querido amigo (y del cual FCA Asset Management toma su nombre). Gracias eternas Fer!

En este caso, un repaso de un tema muy importante a la hora de decidir y definir inversiones: los sesgos. 

“A lo largo de la columna de hoy intentaremos adentrarnos en el análisis conductual, y más precisamente de aquellos sesgos emocionales que afectan y distorsionan el proceso decisorio a la hora de invertir.

Básicamente, podemos encontrarnos con dos tipos de sesgos, los sesgos de tipo cognitivo (son aquellos relacionados con el modo de procesar y aprehender la información), y los sesgos emocionales, que contrariamente a los del primer tipo, no se explican por un proceso racional, y son por lo tanto eminentemente más complejos de resolver. En este sentido podemos mencionar los siguientes tipos de sesgos emocionales:

Sesgo de aversión a las pérdidas: Según las finanzas tradicionales los inversores son puramente racionales, y típicamente aversos  al riesgo. Esto es, ante un incremento de riesgo, exigen un incremento proporcionalmente mayor de retorno esperado que los compense, para mantenerse indiferentes y les permita conservar su nivel de utilidad o satisfacción original. Contrariamente, en el campo de las finanzas conductuales, y según surge de la observación empírica de la realidad fáctica, los individuos se asumen aversos a las pérdidas, pudiendo por lo tanto ser aversos, neutrales o buscadores de riesgos, dependiendo de los resultados transitorios de una inversión, y las circunstancias personales que rodean al individuo. En cualquier caso, la aversión a las pérdidas, se define por el hecho práctico de que el inversor tiende a experimentar a causa de una pérdida o retorno negativo de una inversión, un dolor proporcionalmente mayor que el placer que la generaría una ganancia de la misma cuantía o dimensión. Dicho sesgo emocional, tiene además claras implicancias prácticas a la hora de invertir. Se manifiesta por ejemplo a través de la tendencia de conservar posiciones perdedoras más tiempo del aconsejable, con la esperanza de que dichas inversiones recuperarán finalmente su valor. Contrariamente, los inversores tienden a liquidar posiciones ganadoras demasiado rápidamente. Otro efecto derivado, es una miopía del riesgo de mercado de acciones, donde los inversores tienden a colocar un énfasis excesivo en las pérdidas potenciales que el mercado podría reportar en el corto plazo, debido a los movimientos cíclicos, subestimando así los retornos de largo plazo. Esto acaba generando un retorno de acciones de largo plazo mayor al razonablemente esperado.

Sesgo de Exceso de Confianza: Los inversores y analistas tienden a sobrestimar sus capacidades para pronosticar el futuro. Esto puede ser consecuencia de una ilusión de conocimiento, donde ellos creen saber más de lo que realmente saben, exacerbado además por la abundante disponibilidad de datos actuales, de manera que cuanta más información el analista posee, más se refuerza su exceso de confianza acerca de la precisión de sus estimaciones, retroalimentando así el proceso. Las consecuencias prácticas de este sesgo son una clara subestimación del riesgo inherente a cada alternativa de inversión, una excesiva concentración (o sub-diversificación) de inversiones en su portafolio, y una alta rotación de instrumentos, con grandes volúmenes de operaciones, que generan elevados costos de transacciones en conceptos de comisiones por operar, y que acaban por horadar los rendimientos de su cartera.

Sesgo de falta de autocontrol: Se define como la carencia de disciplina para posponer una gratificación instantánea o de corto plazo en pos de alcanzar objetivos superadores, y de largo plazo. Las consecuencias e implicancias naturales de éste sesgo son insuficientes niveles de ahorro durante la vida activa del inversor para fondear las necesidades de gasto durante el retiro, tomar posiciones excesivamente riesgosas para compensar los niveles insuficientes de ahorro, y privilegiar la inversión en instrumentos generadores de ingresos corrientes vía pago de renta, en detrimento de  aquellos que reportan beneficios a través de su cambio de cotización, con el claro propósito de solventar objetivos de gasto cortoplacistas.

Sesgos de Status Quo: Dicho sesgo representa la preferencia por la inacción u omisión, para evitar el riesgo de decidir. Las consecuencias lógicas son tener portafolios con niveles de riesgo inadecuados, bajos de niveles de diversificación, y omitir la consideración de otras alternativas de inversión que podrían ser superiores a las que se posee. Un caso especial del sesgo de status quo, está representado por el sesgo de aversión al arrepentimiento (regret aversión). Dicho sesgo opera en aquellos casos en que los inversores evitan tomar cualquier tipo de decisión con el objeto de suprimir el lamento asociado a haber tomado una decisión equivocada, así los agentes económicos tienden a sobreponderar el riesgo de las acciones o errores de comisión, por encima del riesgo asociado a las acciones de omisión. Otra consecuencia natural, es el comportamiento de grupo o de manada, donde los inversores se sienten confortables replicando las decisiones de la mayoría, de manera tal que en caso de que los resultados no sean finalmente exitosos, podrán refugiarse en la conducta del grupo, y no sentirán un sentimiento de culpa por haberse equivocado.

Sesgo de Legado (Endowment): Dicho sesgo se define como una sobrevaloración de aquellos activos que el inversor actualmente posee, y respecto de los cuales el inversor tiene algún tipo de vínculo emocional, no explicable racionalmente por sus virtudes objetivas de valor. Es típicamente el caso de aquellos bienes obtenidos por herencia. Las consecuencias prácticas de este sesgo son conservar excesivamente activos solo porque el inversor se siente familiarizado y confortable con ellos, finalizando con un portfolio excesivamente concentrado e inadecuados niveles de riesgo. Un ejemplo clarificador de éste sesgo está dado por el resultado de estudios en el que se pide a inversores que definan el precio mínimo de venta para un activo que poseen, por caso $100, sin embargo cuando se les pide a los mismos inversores que establezcan el precio máximo que están dispuestos a pagar para adquirir el mismo activo, ellos definen un precio inferior (por ej. $90), es decir, el hecho de que los inversores exijan para desprenderse de un activo un precio superior ($100) a aquel que creen representativo de su valor intrínseco u objetivo, y que estarían dispuesto a pagar para adquirirlo ($90), se explica solamente por la existencia de un vínculo emocional carente de valor económico. 

Para finalizar la columna de hoy, cabe destacar que la complejidad de corregir dichos sesgos de comportamiento radica en su naturaleza inherentemente emocional, por contraposición a los sesgos cognitivos que tienden a compensarse con mayor y mejor información, respecto a las características riesgo-retorno de los instrumentos de inversión disponibles. En cualquier caso una manera adecuada de al menos intentar mitigar los sesgos emocionales hasta aquí descritos será considerar los beneficios derivados de una adecuada diversificación de instrumentos, como medio apto para la reducción de riesgo, la adopción de una visión de portafolio global considerando la forma en que los retornos de los activos individuales interactúan y se correlacionan, y a través de la definición de objetivos de rendimiento y riesgo de largo plazo que actúen como un regente lineamiento disciplinador (independiente de admitir la posibilidad de desviarse transitoriamente en determinados momentos, para aprovechar la coyuntura de mercado), y finalmente, definiendo un portafolio acorde con aquellos objetivos largoplacistas de riesgo y rendimiento previamente establecidos”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *